Tres Reyes, el barrio irregular más grande, viejo y tempestuoso de Cancún

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En los setenta la población de Cancún creció a índices récord y a recibir a turistas por montones. Pero las opciones de vivienda no crecieron a la par y los obreros que mantienen vivas las industrias de turismo y construcción han optado por invadir terrenos que con los años han devenido en densos asentamientos irregulares. El más viejo es Tres Reyes y esta es su historia

Pilar estaba batiéndose en un duelo con un hombre que le quería arrebatar el lote que acababa de invadir en el monte. El que ganara se quedaba con todo, era el desafío que ella lanzó. Pilar, arrojada, con machete en mano, se proponía a dar el primer sablazo cuando la interrumpió a gritos un sujeto.

—¿Y aquí qué pasa? —tronó una voz desde un carro que pasaba por ahí y que se detuvo al ver el embrollo.

—¿Y usted quién es! —reviró furiosa Pilar.

—Yo soy Rosalío Ramos Aguero, el dueño de este lugar.

Pilar quedó sorprendida. Rosalío Ramos era nada más y nada menos que su padrino, a quien no veía desde niña y del que nunca olvidó su nombre porque su padre, antes de fallecer, le dijo que si algún día tenía un problema acudiera él, un acomodado terrateniente de Cancún.

—Ahhh, pues a usted lo ando buscando —dijo Pilar.

Luego de bajar el machete y de recordarle que ella era su ahijada, Rosalío resolvió regalarle aquella parcela en disputa, donde Pilar luego levantó una maltrecha palapa. Eso fue en 1980 y así fue como nació Tres Reyes, el primero de los tantos asentamientos irregulares que actualmente hay en Cancún, desarrollados ilegalmente por ejidatarios, quienes han defraudado a miles de personas con la venta de lotes, generando ganancias millonarias y dejando como saldo barrios marginados donde vive cerca de 200 mil personas, el 25% de la población de este destino turístico de sol y playa, el más importante del país.

Y Pilar de Lourdes Ortíz, aquella mujer que empezó como invasora y que a la postre se erigió como líder popular indiscutible, ha sido protagonista de esta trama.

Cancún es la ciudad más joven de México. Su inicio se fecha en abril de 1970. Se creó porque un grupo de banqueros, encabezados por un egresado de la Universidad de Harvard, creyó conveniente fundar una ciudad con vocación turística a fin de atraer las divisas del extranjero que las importaciones ya no dejaban. Luego de viajar durante meses por toda la costa del país decidieron que aquí, en una fina lengüeta de tierra frente al Mar Caribe, donde había solo una choza y un pueblo cocotero, se fundara el primer Centro Integralmente Planificado del país, en el que se levantó primero un hotel, luego otro y así hasta llegar a los 201 que ahora se cuentan en lo que ahora conocemos como zona hotelera. El éxito fue tal que la población del municipio de Cancún llegó a crecer con índices del 12 por ciento –el mayor de Latinoamérica– y a recibir a turistas por montones –6 millones hasta antes de la pandemia–. Pero las opciones de vivienda no crecieron a la par, ante lo cual, los obreros que mantienen vivas las boyantes industrias del turismo y la construcción han optado por invadir terrenos que con los años han devenido en densos asentamientos humanos irregulares.

A 52 años de su creación no solo el éxito turístico de Cancún es palpable, sino también el su fracaso urbanístico. De acuerdo con Asentamientos humanos, una solución para Cancún, de Samuel Mollinedo, regidor presidente de la Comisión de Desarrollo Urbano y Transporte del Ayuntamiento de Cancún, existen 213 asentamientos irregulares que, por su irregularidad o plena ilegalidad, el municipio y el estado no dotan de servicios públicos como agua potable, alcantarillado, luz, escuela, hospitales ni siquiera infraestructura urbana como una simple banca donde reposar.

La situación no es exclusiva de Cancún. De acuerdo con el Inegi, cerca de 7.5 millones de viviendas en México no cuentan con escrituras, es decir, están en la irregularidad, lo cual es el 27 por ciento del total. Y cada año se suman 90 mil más. Con la tendencia, para 2050 podrían contarse 10 millones de viviendas en dicha situación, más del triple del total de casas que se cuentan actualmente en la Ciudad de México.

En Alfredo V. Bonfil, el único ejido que hay en Cancún, se encuentran los asentamientos más grandes y poblados, desarrollados por ejidatarios y, en algunos casos, por acaudalados empresarios inmobiliarios.

Este ejido fue constituido en 1975, derivado de una solicitud de creación de un nuevo centro de población ejidal que hicieron 210 campesinos de Durango y Guanajuato. Como en aquellos estados no había más espacio para ese fin, el gobierno federal expropió 25 mil hectáreas de monte alto y bajo de Cancún para que aquellos solicitantes pudieran ocuparlas. Pero los campesinos nunca pudieron cosechar porque aquí la tierra es muy delgada, no apta para el cultivo. Los ejidatarios entonces renunciaron a las actividades agrícola, ganadera y forestal y vieron en el desarrollo urbano de sus parcelas una vía de ingreso fácil.

Actualmente, Alfredo V. Bonfil tiene sobre más de tres mil hectáreas 40 asentamientos irregulares y fraccionamientos ilegales, todos contiguos, angostos y larguísimos, de más de cinco kilómetros, donde se abarrotan cerca de 200 mil personas viviendo en las condiciones más precarias, marginalizadas y rezagadas, según se expone en el Programa Metropolitano de la Zona Metropolitana Cancún-Isla Mujeres, elaborado por la Secretaría de Desarrollo Territorial Urbano Sustentable (Sedetus).

El más viejo de todos ellos es Tres Reyes, donde vive Pilar.

De Tres Reyes se han dicho muchas cosas. Minerva Alavez San Pedro, antropóloga social del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), escribió recientemente que había nacido a mediados de los 90 porque el Chilly Willy’s, un men´s club famoso por ser locación de varias películas porno americanas de la época, había sido relocalizado; pasó del centro de Cancún hasta el kilómetro 305 de la Carretera que conduce a Mérida. Y los trabajadores, como ya les quedaba demasiado lejos de sus casas, decidieron pasar las noches en las tierras de enfrente, en la zona ahora conocida como Tres Reyes. Aquello ha sido retomado por otros investigadores como Christine McCoy, de la Universidad del Caribe (Unicaribe), y algunos medios de comunicación locales.

Pero Tres Reyes, en realidad, nació antes, por obra de tres mujeres bravísimas: Pilar de Lourdes Ortiz, aquella mujer del duelo fallido; Rosa Tapia, una operadora política del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y María García, una líder del entonces izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), quienes se dedicaron desde los primeros meses de 1980 y durante las décadas siguientes a deforestar, fraccionar y vender ilegalmente tierras comunales para el desarrollo urbano, bajo el amparo de los ejidatarios Rosalío Ramos y Víctor Ayala, dueños de las parcelas sobre las que ahora se asienta este barrio marginal: el más grande y violento de todos.

Pilar nació en Campeche, tiene 58 años, el cabello corto, negro y peinado hacia atrás, piel canela, de cuerpo macizo y con una mano incompleta, pues le falta la falange de un dedo, que perdió en uno de los tantos duelos que ha tenido y siempre ganado en Tres Reyes.

—¿Cuándo llegó a Cancún?

—Uy, hace más de 40 años, con mi marido. Porque ya traía marido. Llegamos a Cancún por trabajo. Mi marido era paracaidista, de los lancheros de parachutes, que trabajaba con un señor que nos rentó un terreno ahí en la Ruta 5 (al norte de la ciudad), pero yo lo que no quería era rentar, entonces le dije a mi marido que nos fuéramos a ver un terrenito —responde.

Luego de recorrer varios sitios Pilar llegó a una extensa parcela ubicada en la periferia, hacia la salida a Mérida, donde lo único que vio fueron cuatro maltrechas palapas rodeadas de puro monte. En las palapas vivían familias que habían invadido el sitio, a quienes Pilar preguntó si podía hacerles compañía. Y como no opusieron resistencia, regresó por su marido y el hijo que ya tenían para asentarse a lo que sería su nuevo hogar.

Pero a los meses Pilar se peleó con su marido.

—Me quería correr. Se me puso al brinco. Como era drogadicto nos agarramos al tú por tú. Y ¡vámonos! Le tuve que dar su navajazo para que se fuera. Es que le pegó a mi niño. Estaba chiquitín y ¡pum!, le pegó y me lo bañó en sangre. Y a mí cómo me hierve que le peguen a mis hijos. Le digo ‘a mí dame, pero él está chiquito’. Todavía tenía dos años. Y que me lo trenzo —cuenta.

—¿Y quienes eran los otros cuatro que ya habían invadido?

—Estaba Doña Juana, estaba Don Lalo, tenía yo a lado a Relicario y ya luego llegó Rosa Palma.

Juana, Lalo y Relicario están muertos. Solo sobrevive Rosa Palma, originaria de Veracruz. Rosa es morena, tiene la piel lustrosa y con algo de arrugas; el rostro maquillado, con labios carmín. Viste playera que faja en una falda ceñida, larga y floreada.

—¿Cómo fue que llegó aquí?

—Soy de Isla, Veracruz, llegué hace 40 años, allá al centro de Cancún, con mi marido, porque lo llamaron a trabajar aquí. Como él era de la CROC (Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos), lo mandaron a traer acá, pero me le escapé, lo abandoné porque no me gustó la casa, estaba muy…. mmm… con vecinos por los cuatro lados. No me gustó. Y ya por eso me vine acá a invadir —recuerda en entrevista, desde el pórtico de su casa.

Pero el marido la persiguió, con todo y los cuatro hijos que había dejado, hasta Tres Reyes. Rosa los aceptó de vuelta en ese nuevo lugar despoblado.

—Puras chachalacas había. No había naaada, nada. Puse mi lona, luego empecé a escarbar y puse mis cuatro palos; empezamos comprar chatarrería para poner las paredes. Sí, le sufrimos bastante, bastante. Así pasamos un mes. Ya luego mi marido me compuso bien, pegando tarima, tarima, tarima y ya acomodamos una casita

Al llegar a Cancún, dice Rosa, se afilió al PRI, que gobernó ininterrumpidamente México por más de 70 años y del que la CROC era uno de sus operadores político-clientelar. “El PRI me apoyó mucho”, dice.

Su trabajo consistía en atender los llamados que hacía el partido para llenar mítines, participar en campañas y afiliar a más gente. Y en Tres Reyes encontró el método perfecto: ofrecía la filiación, terrenos y apoyos partidistas a cambio de apoyo proselitista.

—Cuando yo entré aquí fue cuando la gente empezó a llegar. Yo promocionaba que la gente se quedara. Por mí entraron aquí este —y señala con la barbilla la casa de enfrente —entró la de allá, entró esa señora, entró aquella, entró esta, la señora de allá y así empezaron hasta que invadieron todo. Así empezó Tres Reyes.

Rosa empezó a exigirle al partido demandas para Tres Reyes. Primero pidió que se abriera un camino en la colonia, luego que se pavimentara y después alumbrado público, que le concedieron pese a que estaba prohibido por ser esta una invasión, un lugar que quedaba fuera de los planes municipales de desarrollo.

—Buscábamos la gente, trabajábamos, movíamos a la gente. A todos los afiliábamos al PRI. Yo venía y les decía ‘órale vamos a chambear’. Y les conseguía calles, postes, sascab para la calle, chapopote. Y así es como se logró Tres Reyes —reitera.

Esta dinámica se replicó en otros tantos asentamientos, y en casos extremos, con personas provenientes de otros estados, a quienes les ofrecían terrenos a cambio de votos, delito tipificado en la ley, conocido popularmente como turismo electoral, con el que se crearon decenas de colonias irregulares de Cancún como la Fidel Velázquez, Gregorio Sánchez, El Fortín, entre otras.

Rosa era militante de tiempo completo, con salario fijo. No le iba mal. Dinero tuvo, cuenta, para mantener a sus cuatro hijos y hasta para adoptar a dos niños más, Lupita y Pancho.

—La mamá de Lupita era de Valladolid, pero ella la estaba dejando morir. Le dije, dámela, yo la adopto, yo la llevo al doctor. Y me la dio. Al niño me lo regalaron en una cajita de zapatos, en el bar La Cueva del León. Tooodo sucio me lo regalaron, con la mamila podrida. Me lo dio una mesera. Porque yo le dije ‘cuando haiga un niño, me lo regala’. Y me dijo que sí. Y al mes que me habla. ‘Venga, que ya hay un niño, venga a buscarlo’. Y lo trajeron en una cajita. Y que lo voy a buscar. Estaba sucio, barrigón. Lo llevé al doctor, lo compusieron, lo pusieron bonito. Mi hijo estaba bien guapo cuando murió

—¿Murió?

—Chocó, aquí en Valle Verde (otro asentamiento irregular, colindante). Ya empezaba a tomar, tomaba, tomaba

Quintana Roo presenta prevalencia por arriba del promedio nacional en consumo excesivo de alcohol, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud. Y en los asentamientos irregulares la situación se agrava. En estos lugares donde no hay hospitales, mercados o deportivos, sí hay expendios de alcohol de la cadena comercial “Six” que se han instalado sin los permisos correspondientes y que llegan a vender hasta 100 caguamas al día, según uno de los tenderos.

Fue precisamente el alcohol y también los gritos, amenazas y golpes los motivos por los cuales Rosa decidió dejar de nuevo y ahora sí de manera definitiva a su marido, eternamente borracho y violento. En una ocasión, su esposo regresó a la casa de Rosa, más colérico que nunca.

—Me apuñaleó dos veces el malvado viejo. Una acá y otra acá (debajo del seno izquierdo y en la espalda). Quería que volviera con él. Pero tenía años de que ya no vivíamos juntos. Y quería que regresara con él. Si yo ya no te quiero, le digo. ¿Cómo voy a volver contigo si ya no te quiero?, le digo. ‘No te quiero, ya no te quiero. Tantos años han pasado, ya se me fue la vida, ya ni siento nada, has de cuenta que ya moriste para mí’. No le hubiera dicho eso. Traía el cuchillo amarrado y cuando me volteo me lo ensartó aquí. Viera cómo sufro dolores a veces.

Tres Reyes figura también entre las colonias más peligrosas de Quintana Roo, especialmente para las mujeres. Este es el asentamiento irregular con más llamadas de emergencia al 911 motivadas por violencia contra las mujeres, de acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal. Entre enero y septiembre de 2022 acumula 230 llamadas, motivadas principalmente por violencia familiar, en pareja y contra la mujer.

* * *

La tercera mujer clave en la formación de Tres Reyes es Dora García, quien ya falleció. Dora, originaria de Campeche, llegó a Tres Reyes, según cuenta Mayra Domínguez, una de sus hijas, en los primeros años de los 80.

—Uuuy,  no había nada. Para agarrar vehículo teníamos que caminar hasta la carretera. Luz no había. Nos alumbrábamos con los mentados mecheros: frasquitos de café con diesel y un trapito —recuerda.

Dora, cuenta Mayra, nunca sucumbió ante Rosa y sus intentos por afiliarla al PRI, pues ella apostó por su rival, el PRD.

—En los 90 se encontró con Beatríz García, que era funcionaria en el Ayuntamiento de Cancún y que hacía gestiones en colonias irregulares. Y se fue pegando con ella. Así empezó a trabajar en el partido.

Eran los primeros años del PRD como institución político partidista. En aquel trágico 1988 se había enfrentado al PRI en las elecciones presidenciales, había perdido a la mala, pero desde entonces cobraría fuerza por todo el país.

La diferencia entre las visiones de los partidos rivales se hizo evidente en Tres Reyes. Mientras que Pilar se dedicaba a afiliar gente y usarla clientelarmente, Dora solicitaba profesores del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), organismo descentralizado de la Secretaría de Educación Pública (SEP), cuya tarea es brindar servicios de educación básica a quienes habitan en localidades de alta y muy alta marginación, en las que no es posible contar con un servicio educativo regular.

—Fue con Víctor Ayala y Rosalío Ramos Aguero, los ejidatarios estos dueños de las tierras, para que le donaran el terreno. Ya teniendo el terreno, se fue a la SEP para solicitar a los profesores, que mandaron a tres maestros. Cada maestro atendía dos grupos. Y ella siguió haciendo gestiones para la construcción en forma de la escuela y de la ampliación de la luz. Y ya como en los 2000 gestionó la secundaria y el Centro de Salud que está allá al fondo.

Parecen menores los logros, pero aquí eso es mucho. Y es que en los 213 asentamientos, con decenas de miles de niños, niñas y adolescentes, hay apenas 11 primarias y siete secundarias, de acuerdo con los registros de la Secretaría de Educación de Quintana Roo. Eso explica la baja escolaridad en los asentamientos, pues no se pasa de los cuatro años de estudios, de acuerdo con un estudio publicado recientemente por la Sedetus.

Dora llegó a Tres Reyes, prosigue Mayra, buscando un lugar barato para vivir.

—Mi mamá supo de Tres Reyes y vino a buscar un terrenito. Le pidió a Víctor Ayala que le vendiera uno. Y sí se lo vendió. Bueno, en sí, se lo regaló. Le dijo que se lo daba si ella le ayudaba a lotificar y vender terrenos.

Y así, a la par de su carrera política, que la llevó hasta una candidatura a diputada local, Dora comenzó a vender terrenos para el ejidatario Víctor Ayala, a cambio de una comisión.

El método acordado con Víctor Ayala, cuenta Mayra, consistía en dividir el ejido en manzanas. Cada manzana, a su vez, se parcelaba en 18 lotes, de los que 12 se destinaban a uso habitacional y seis, los que se encuentran sobre el camino principal, a comercio.

—¿Cómo trabajaban? Vendían las primeras dos manzanas, que viene siendo un total de 58 lotes, con enganche de dos mil pesos. Fíjate cuánto dinero es. Con ese dinero se ampliaba más la calle y se seguía abriendo de dos en dos manzanas hasta terminar de fraccionar la parcela. Esto fue por negocio. Los vendía en 75 mil pesos, con 2 mil de enganche, por un terreno de 10 por 30 metros. Estos datos los sé porque trabajé con él 10 años, ya sabes, mi mamá me metió en el negocio —declara Mayra, quien recuerda haber vendido 20 manzanas, es decir, 580 lotes, sin haber tramitado ningún permiso ante la autoridad competente.

Si cada uno de los lotes que vendió ilegalmente Mayra fue ocupado por cuatro personas significa que se sumaron 2 mil 320 personas a Tres Reyes. Eso, solo en las ventas de una sola persona, en menos de 10 años en los que dice Mayra trabajó en aquel negocio.

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